Siguiendo estos consejos nunca se obtendrán resultados tan buenos como contratando a un profesional. No obstante, son muchas las ocasiones en las que alguien que no tiene ninguna formación de diseño gráfico se ve en la necesidad de elaborar un diseño: un comercial que prepara una presentación, una persona que diseña una felicitación para un amigo, un autónomo que diseña un cartel para su negocio, un empleado de una empresa pequeña al que le toca hacer un folleto…
Incluye pocos elementos
La idea de que algo tiene más valor cuanto más recargado esté es antigua. Algo en apariencia simple puede tener un gran trabajo de conceptualización detrás. Es mejor si tratas de no incluir demasiados elementos en tu diseño.
Deja márgenes
Cuanto menor sea la mancha de texto con respecto al espacio en blanco, más limpio y elegante se verá el diseño.
Alinea bien los diferentes elementos. Por ejemplo, si la composición está alineada a la izquierda, procura que el margen izquierdo coincida en los diferentes bloques (título, entradilla, foto…) para que no se vean escalones antiestéticos.
Reduce el texto tanto como puedas
Redacta el texto aparte y míralo varias veces para ver si puedes reducirlo sin que pierda significado. En un cartel, folleto o presentación se agradece la concisión. A menudo es más difícil escribir de forma breve que «enrollarse». Haz el esfuerzo de eliminar todo lo superfluo. Por ejemplo, locuciones que no aporten significado en sí mismas («sin embargo», «como no podía ser de otra manera»), adjetivos o repeticiones.
Esbózalo antes de empezar
En lugar de empezar a poner los elementos sin más en el lienzo en blanco, es útil comenzar haciendo un esquema en un papel. Te ayudará a tomar decisiones y a hacer cambios de forma más ágil.
Define la jerarquía
Un error muy común es el de no definir la jerarquía visual de los elementos. Si todo destaca, nada destaca.
Es recomendable pensar qué es lo que quieres que resalte más, que el lector vea a primera vista. Pregúntate qué dejarías si solo pudieras dejar una cosa, y destácala. A partir de ahí, ve definiendo jerárquicamente el resto de elementos. ¿Es más importante el eslogan o el número de teléfono?
Mezclar estilos gráficos es arriesgado
Elige decorar tu díptico con fotografías o con ilustraciones y te asegurarás de que quede coherente. Ilustrar el mismo texto con una fotografía antigua en blanco y negro y una infografía colorida con líneas infantiles (por ejemplo) es una elección arriesgada que seguramente haga que el diseño parezca grotesco. Si no eres un profesional, intenta que la pieza sea homogénea (solo fotos o solo dibujos, y no ambos recursos mezclados).
Evita las tipografías que simulan estar manuscritas
La Comic Sans es el terror de los diseñadores. Hace años era la única que aparentaba estar escrita a mano y se abusó tanto de su uso que ahora utilizarla se considera «una horterada». Es «simplona» e infantil, por lo que se desaconseja especialmente en textos que quieran transmitir seriedad y profesionalidad. Curiosamente, mucha gente que no se dedica al diseño la considera adorable, por lo que sigue usándose mucho en diseños amateur.
Por regla general, elegir una tipografía de fantasía o que simule estar manuscrita empeora la legibilidad. Solo están recomendadas para títulos y no para manchas de texto amplias (lo que se suele llamar «texto corrido»).
Las tipografías «de palo seco», sin serifas o ribetes (como Arial o Helvetica) suelen dar una imagen más moderna que las tipografías con serifas (como Times New Roman o Palatino). Estas últimas se han utilizado tradicionalmente para documentos más largos y no tanto para carteles o folletos. Por supuesto, existen tipografías con serifas muy modernas. Pero, si no dominas mucho el tema, quizá sea mejor que vayas a lo fácil y utilices un acierto seguro como Helvética.
No mezcles muchas tipografías y tamaños de letra
Es otro error muy frecuente. Procura que haya, a lo sumo, dos tipografías diferentes. Por ejemplo, una en el titular y otra en el texto. Y si vas a utilizar dos distintas, procura que sean muy diferentes entre ellas (pero que combinen). Si se parecen mucho, es mejor usar solo una.
Tampoco abuses de las cursivas, negritas o colores: cada cambio de estilo en el texto debe estar justificado por una cuestión semántica. Si esa frase debe ir destacada (por ejemplo, una promoción) o debe ser más discreta que el resto (por ejemplo, una anotación al pie), puedes cambiar su tamaño o estilo. En el primer caso, podrías usar una negrita. En el segundo, un tamaño más pequeño y una cursiva. Si no hay un motivo como estos, quizá es mejor que no lo hagas. Lo uniforme y homogéneo suele ser más elegante.
Ojo al interlineado en los titulares
Cuando el tamaño de letra sea muy grande, reduce el interlineado. Ocurre sobre todo en los títulos de dos o tres líneas que estas quedan demasiado separadas si se deja el interlineado automático.
Presta atención a los colores
Tienen significados distintos. ¿Te has fijado en que las páginas de tecnología no utilizan tonos granates o marrones? Esto es porque el azul se asocia a la tecnología. El granate y el marrón estarían bien para una página gastronómica o un bufete de abogados. Date una vuelta por internet para estudiar lo que han hecho los profesionales con otras marcas de tu sector y coge ideas.
También debes tener en cuenta que es más legible una letra oscura sobre fondo claro que una letra clara sobre fondo oscuro. En áreas con mucho texto, elige mejor la primera opción.
Con los colores ocurre lo mismo que con las tipografías: si hay dos muy parecidos, mejor usar solo uno. Por ejemplo, incluir dos rojos muy parecidos pero distintos parece un error. Pero incluir dos colores radicalmente opuestos sí puede hacerse (siempre que vayan bien entre ellos). Un truco es elegir colores complementarios (los que están justo en frente en las ruedas de colores): casi siempre «casan» bien.
No arriesgues
Recursos como girar el texto, incluir degradados o incluir cajas son perfectamente aceptables si sabes lo que estás haciendo. Si no te sientes seguro con los programas de diseño, lo más probable es que el resultado no sea el esperado. Abstente de utilizar herramientas sin ton ni son si cada una de esas elecciones no tiene una justificación artística.
Ocúpate de la resolución y otros detalles técnicos
Cuando abres un documento nuevo, ya sea un archivo de Photoshop o un simple Word, debes pensar cuál será su uso para establecer los valores adecuados de tamaño y resolución. Si lo haces demasiado pequeño, quizá después no puedas cambiarlo.
Si el diseño va a imprimirse, se recomienda poner al menos una resolución de 300pp. Si es para web, bastará con 72pp. Asegúrate también de que el tamaño de lienzo es el deseado. En el caso de que vayas a enviarlo a una imprenta, seguramente te pidan unos márgenes específicos y una «sangre» (un espacio de seguridad en el que los diseños de fondo continúan para que no se note el corte del papel al imprimir). Preparar los archivos adecuadamente para la imprenta es algo que deberían hacer los profesionales, pero no son pocas las ocasiones en las que las imprentas se encuentran con que las empresas les envían diseños amateur sin preparar. En el caso de que no cuentes con un profesional cualificado para esta tarea, procura al menos hablar con la imprenta antes de preparar el diseño para que te transmitan estos requisitos técnicos.
También es importante la elección del papel. En ese punto, déjate aconsejar por la imprenta. Por ejemplo, si tiene mucho texto se leerá mejor si es mate, y si tiene fotografías puede ir en brillo.
No te limites al Power Point
Si tienes que realizar una presentación, debes saber que hay muchas opciones además del Power Point. Por ejemplo, el Keynote, su equivalente de Mac, es un poco más amigable para el diseño, ya que sus fuentes predeterminadas son más elegantes y tiene una serie de guías que fuerzan al que lo usa a colocar los elementos con márgenes y composiciones adecuadas.
También es posible diseñar las diapositivas con un programa como Photoshop para ser más flexibles y después incluirlas en la presentación de Power Point.
Los más atrevidos pueden hacerlas con Prezi, un programa para presentaciones animadas y muy visuales.
En cualquier caso, tampoco hay que demonizar el Power Point. Si algunas personas no pueden ni verlo es porque se ha utilizado mal mucho tiempo: presentaciones interminables, diapositivas recargadas con nulo gusto estético, «clip-arts» (imágenes prediseñadas) colocados a diestro y siniestro… Pero con Power Point también pueden hacerse presentaciones elegantes y sencillas.
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